Por otra parte, el 30 de noviembre de 1882 se dieron cita en el Distrito de Neiva 53 lugareños para la creación de una compañía anónima de comercio que se denominó Banco de Neiva. Sobresalen, entre ellos, los señores Eustacio Buendía, Juan N. Vezga, Gabriel Perdomo, Calixto Leiva L., Abdón Perdomo y Pío Aguirre, quien actuaba en representación de la sociedad Aguirre y Cía. Con excepción de este último, que estaba radicado en Bogotá, todos eran vecinos de Neiva.
Se fijó una duración de 20 años para la sociedad. De igual manera, se dispuso que la Asamblea General delegara en un Consejo compuesto por tres miembros y una Junta Administradora compuesta de un primer director que hacía las veces de Gerente, y un segundo y tercer Director, así como de un Cajero. Esta Junta operaba por el término de 6 meses, rotando el cargo de Gerente cada dos meses.
Por otra parte, se autorizó la conformación de un capital hasta de 50 mil pesos, en acciones de 50 pesos cada una, sin que un accionista pueda llegar a suscribir más de cinco. Además, se acordó iniciar operaciones con capital nominal de 5 mil pesos. Aunque adoptó como unidad monetaria el peso de Ley, estableció la no recepción de otro papel moneda diferente a sus propios billetes.
Una manera de garantizar el funcionamiento del banco, era asegurando la aceptación, en el medio comercial y en la hacienda pública, de los billetes emitidos por éste. Para tal fin, los socios gestores se aseguraban de hacer pública la aceptación de tales billetes, además de concertar con el Poder Ejecutivo la emisión de circulares con las disposiciones suficientes para que las Recaudaciones de Hacienda del Estado recibieran los billetes.
Figura 27. Anuncio publicitario Banco de Neiva.
De acuerdo con los estatutos del Banco, éste se encargó de las siguientes operaciones:
- Recibir depósitos de imposición a interés, por tiempo determinado, o a la orden, desde la suma de un peso en adelante;
- Descuento de letras, pagarés i órdenes de pago; i, en jeneral, de toda clase de documentos en que se reconozcan créditos y derechos que sean trasmitibles conforme a las Leyes del Estado;
- Emitir billetes pagaderos al portador y a la vista;
- Dar dinero a interés, desde la suma de un peso en adelante, mediante una fianza o una garantía prendaria suficiente;
- Recibir anualidades para constituir capitales a favor de las personas que las consignen o de sus cesionarios;
- Jirar i aceptar letras de cambio, conforme a las prácticas usuales del comercio i a los contratos del Banco;
- Compra y venta, con pacto de retroventa, de fincas i bienes mueble;
- Recibir en depósito i custodia, oro, plata, joyas i títulos de valor;
- Toda clase de comisiones, ajencias i demás operaciones compatibles con la naturaleza del establecimiento, i de acuerdo con las Leyes del Estado.
La primera Gerencia recayó en el señor José Lizardo Porras. También se desempeñaron como Gerentes del Banco de Neiva, entre otros: Celso Noé Quintero (1883), Régulo E. Martínez (1883), Aparicio Perea (1886), Gabriel Perdomo C. (1896) José María Cuellar (1897),
En marzo de 1883, transcurridos tres meses de operaciones, se hizo público el primer balance del mayor de la sociedad, correspondiente al mes de febrero. En él se aprecia que de los 50 mil pesos de capital autorizado se habían suscrito acciones por $7.800, de las cuales aún adeudaban los accionistas la suma de $3.424. De igual manera, se habían logrado captaciones en cuentas corrientes por la suma de $6.23575 y colocaciones por el orden de $4.99340. Las utilidades para este primer trimestre no eran para nada atractivas, siendo del orden de $17137.
Ya, en septiembre de 1883, se encargó de la gerencia al señor J. Bedford Des Sources. Para este momento, la dificultad en la circulación de los billetes en la ciudad de Bogotá acrecentaba los problemas de la entidad. La ausencia de una agencia para cambios se tildaba como la causa de esta situación. Un año después, en el informe del Gerente del Banco de Neiva, se anotaba que “la mala situación del país y la inseguridad crónica” eran las causantes de la dificultad para el ensanche de las operaciones. De las 2 mil acciones que constituían el capital de 50 mil pesos, restaban aún por colocar 1.625. A esta situación se sumaba lo exiguo de las ganancias obtenidas en el primer semestre de 1884, las cuales fueron de $1.16940. Por estos mismos momentos, las ganancias del Banco del Tolima se fijaron en $4.29897 .
Cabe anotar que de acuerdo con las prácticas contables de esta época (1883), la ganancia del Banco estaba constituida por los ingresos brutos recibidos por concepto de intereses. Así, se restaban de la ganancia los gastos generales, además del 5% de la cuenta muebles y billetes (depreciación), con lo cual se obtenía la utilidad neta. Esta última se repartía en un fondo de reserva (8%) y el resto en dividendos. En la cuenta denominada “billetes”, se registraba la emisión propia del banco. Para el caso del Banco de Neiva, se tiene que en agosto de 1884, éste había emitido la suma de 5 mil pesos.
En el balance del mayor presentado en diciembre de 1886 por el Director Gerente, Gabriel Perdomo C, se advierte que las acciones en reserva se encuentran en el orden de $40.675 de un capital suscrito de $50.000. Para este momento, los billetes emitidos por el banco estaban en el orden de $10.000, en tanto que los créditos colocados se aproximaban a los $13.246 y las captaciones por cuentas corrientes y depósitos a la orden no superaban la suma de $2.700. En este año, al igual que los anteriores, el banco comporta una notoria liquidez.
La demanda de las acciones del Banco de Neiva, así como la cancelación de los saldos adeudados por los accionistas por este concepto, al igual que aconteció en el Banco del Tolima, fue poco dinámica. Transcurrido el primer quinquenio de funcionamiento, presenta un comportamiento más bien parco en sus operaciones. La emisión de billetes no superó los $10.000. De esta cifra, $7.270 se encontraban en caja y el resto en circulación. Esta situación debida en parte a la legislación expedida por Núñez, anteriormente reseñada.
Tal como se reseñó, la actividad bancaria tropezaba por aquella época con el rechazo, y por consiguiente la no aceptación de los billetes como dinero sonante por parte de un grueso de la población. La ignorancia en cuanto al valor de éste como medio de transacción hacía que se prefiriera el dinero (monedas de metal) para las operaciones comerciales.
Transcurridos cinco años de fundación de los Bancos de Neiva y del Tolima, no se había logrado captar la confianza del público, y por tanto, aún no se contaba en la caja con los capitales “muertos”, como tampoco se había hecho competencia seria a la usura, y menos aún, reemplazado la moneda por el billete en la circulación. Faltaba el crédito, según manifestaba el Gerente del Banco del Tolima a los Accionistas:
El banco es crédito o no es nada…el público no entrega sus capitales sino al que tiene con qué responder por ellos…los bancos no empiezan a ser bancos, sino desde que han cimentado su crédito…mucho ha de subir el crédito de un banco para que nuestros hombres de plata desentierren la huaca i vengan a depositarla en el banco…además de luchar contra hábitos que la ignorancia ha arraigado i la avaricia mantiene en vigor.
Esta situación hacía prever la necesidad de colocar en los bancos de la capital (Bogotá) una gran suma de dinero. De este modo, los bancos locales podrían realizar transacciones con el banco donde se realizara el depósito y facilitar con ello la conversión de los billetes. Esta medida, sumada a la apertura de agencias, se creía podrían a su vez generar la confianza en los depositantes. No obstante, tal como se registró, algunos bancos como el Banco de Aipe y el Banco del Tolima, sucumbieron antes que superar las barreras culturales.
En todo caso, el capital colocado a interés en el Departamento del Sur durante el quinquenio 1880-1885 era en promedio una suma anual que no sobrepasaba los 180 mil pesos. De esta cifra, corresponden en promedio a los fondos de instrucción pública, es decir prestados por las escuelas del Departamento, la suma de $65.992.721/2. La sindicatura del Colegio de Santa Librada reportó colocado a interés $44.231.30. En igual sentido, el Banco del Tolima situó $52.31390 entre sus clientes, en tanto que el Banco de Neiva reportó $13.24627.
Las condiciones de inseguridad y la situación económica se asocian como causantes del bajo ascenso de los bancos en el Departamento del Sur. No obstante, quizás, fue la falta de confianza en el nuevo sistema monetario erigido sobre la emisión de billetes con un valor nominal, lo que determinó la dificultosa aceptación de los mismos, así como la baja adquisición de acciones. Indiscutiblemente, en la estocada final también hay que considerar los efectos de la restricción a la emisión privada enunciada por el gobierno de Núñez.