Por ese tiempo había logrado conseguir algunos bienes de fortuna, acumulados con paciencia y la más pura economía, que le permitieron vivir con algún desahogo: pero la suerte veleidosa siempre le dio sus reveses, y aquel hombre, que no conoció nunca las debilidades, continuó con el mismo tesonero empeño luchando por redimirse de la pobreza, sin vacilaciones y con una fe ciega en el porvenir. Obligado por su mala situación aceptó en 1909 la administración de las rentas del Departamento de Nariño y allí puso de relieve una vez más todas sus bellas cualidades y sus capacidades excepcionales de hombre laborioso y organizador. Pasó luego en 1910 a encargarse de la administración de la Casa de Moneda de Bogotá, en donde permaneció por espacio de seis meses más o menos y donde fué generalmente estimado y respetado por sus envidiables condiciones. Más tarde fué visitador de las salinas terrestres, cerca de ocho meses, y en virtud de llamamiento espontáneo del gobierno del Dr. Carlos E. Restrepo, fué nombrado en 1911 Administrador de las minas de esmeraldas de Muzo y Coscuez, el más rico tesoro que posee la nación. Allí puso en ejecución sus conocimientos mineralógicos y se dedicó al estudio de esa riqueza nacional. Allí lo sorprendió la muerte el 28 de diciembre de 1916, cumpliendo con su deber. Dejó algunos estudios de las minas, que no han sido publicados, que posee su familia, y que pueden ser de importancia para el futuro de las minas.
Dejó para su familia una fortuna: la aureola de su nombre.
Era amante de las letras y dejó algunos cuentos publicados en varios órganos de la prensa medellinense. Su estilo era puro, su expresión fácil, y era un psicólogo profundo y un gran conocedor de la humanidad.
En los juegos florales de Medellín en el año de 1904 obtuvo el primer premio—violeta de oro—enprosa literaria, con su hermoso cuento titulado Arroyo. Mucho más pudiera decirse de este ciudadano modelo, pero basta con lo dicho para poner de relieve de lo que es capaz un hijo de su propio esfuerzo.
En: Libro Azul de Colombia